Cuando contemplas fuegos de artificio desde cerca todo va bien, pero si los ves desde la lejanía hay un desfase entre lo que ves y lo que escuhas que altera claramente tu percepción: Oyes con retardo |
Lo que puedes probar en un día de tormenta para quedar bien;)
Los mismos argumentos explican por qué el rayo siempre precede al trueno. De hecho, una de las cosas prácticas más chulas que puedes hacer durante una tormenta para fardar con el de al lado es calcular al instante a qué distancia de ti caen los rayos. ¿Cómo lo haces? En el momento en el que un relámpago ilumina el cielo, comienzas a contar los segundos. Por ejemplo. ¡Relámpago!: Uno…. dos… tres “¡pum!”, trueno.
Como a partir de ahora y por siempre jamás conoces las velocidades de la luz y del sonido, sabes que en distancias cortas la luz es prácticamente instantánea. Así que para el caso, lo que tardas en ver el rayo desde que se produce es algo que puedes pasar por alto, o como suele decirse, despreciarlo (pobre;) Sabes también que el sonido viaja a esos reiterados 343 metros por segundo y que, en el ejemplo anterior, has tardado tres segundos en escuchar el trueno. Así que multiplicas esos tres segundos (o los que sean) por los 343 metros que el sonido recorre cada segundo y ¡tachán!: Sabes los metros que distan desde donde te encuentras hasta donde ha caído el rayo, para el caso 1.029 metros, un kilómetro, vamos.
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