La galaxia que tira pedruscos para extinguirnos, como dinosaurios

Hace 65 millones de años un pedrusco de nueve kilómetros de diámetro caía procedente del espacio sobre la península de Yucatán, en Centroamérica, levantando una polvareda que cubrió la Tierra durante meses bloqueando la luz solar y provocando un importante descenso de la temperatura global que terminó con la popular extinción de los dinosaurios, la mayoría de ellos, incapaces de sobrevivir sin el calor del Sol para calentar sus cuerpos. Aunque, sin duda, es la extinción más conocida de la historia de la Tierra, no fue ni la última ni la más traumática, ya que hubo otras que acabaron con el 95% de los animales. Algunas hipótesis suponen que existe un fenómeno de “extinciones cíclicas” en la Tierra, que se repetirían cada varios millones de años y que podrían estar producidas, en última instancia, por el movimiento de nuestra galaxia, Vía Láctea, y por los astros que pueblan los confines del Sistema Solar, como ya sabes, en la Nube de Oort.


¡Roca va!

Las estimaciones científicas han calculado que cada 26 millones de años se produce en la Tierra una importante extinción de especies de seres vivos, igual que ocurrió con la de los dinosaurios hace 65 millones de años. Ante este hecho más o menos constatado, algunas hipótesis aventuran posibles respuestas al por qué de estas muertes masivas de especies.  Una de ellas enlaza con la Nube de Oort, ese espacio situado en los confines del Sistema Solar del que has leído en el anterior post de El Orbital Degenerado.  

¿Por qué se han ido tan lejos los científicos a buscar posibles explicaciones a extinciones que ocurren en nuestro planeta? Bueno, llama la atención, cuando menos, que esos 26 millones de años del ciclo de extinciones coincide con el ciclo galáctico,  es decir, el tiempo invertido por el Sistema Solar en girar alrededor del centro de la galaxia Vía Láctea en la que se encuentra…

Se cree que en un determinado punto de esta órbita de todo el Sistema Solar dentro de su propia galaxia a lo largo de 26 millones de años afectaría a la Nube de Oort, los límites del propio Sistema Solar, al igual que la órbita Tierra-Luna afecta a las mareas en el planeta, “tirando” de ellas por su propia gravedad.

Así, el paso del Sistema Solar sobre el plano de la galaxia (espacio donde hay más astros concentrados), una vez cada 26 millones de años, supondría un incremento notable de la fuerza de gravedad total que ejerce el resto de la galaxia sobre los planetas y demás astros que giran alrededor de nuestro Sol. ¿Cómo? ¡Es como si el centro de la galaxia se pusiera por detrás del Sol y sumara fuerza junto a la de la estrella para dar un “tirón” a los cachos de roca que giran por detrás de la Tierra! Este “tirón” provocaría la “caída” hacia el propio Sol de cuerpos rocosos que pueblan la Nube de Oort: Lo que es lo mismo: ¡La gravedad de la galaxia nos tira pedruscos!;)



¿Qué significa todo esto? Que de ser cierta esta hipótesis, cada 26 millones de años, la galaxia fuerza la caída de grandes rocas hacia el Sol, incrementando las posibilidades de que uno de estos meteoritos alcance la Tierra en medio de su recorrido. Como ya quedó antes dicho, si lees el encabezado de este post, la caída de una roca de unos nueve kilómetros de diámetro es suficiente para que el polvo y tierra lanzados a la atmósfera tras el impacto cubra el cielo bloqueando la luz del sol y enfriando la temperatura global hasta provocar una extinción en masa como la que, se estima, terminó con la mayor parte de los dinosaurios hace esos 65 millones de años.


La Némesis del Sol o la estrella que giraría a su alrededor

Muchos científicos dudan, no obstante, de que la fuerza de la gravedad del plano de la galaxia sea lo suficientemente fuerte como para forzar esta lluvia de meteoritos cada 26 millones de años. Así que plantean la hipótesis de la existencia de un gran astro que en los confines del Sistema Solar, cada ese tiempo, se situase en el lugar adecuado para sumar su fuerza de gravedad a la del Sol y provocar esos “tirones”;). Así, algunos postulan la existencia de una estrella tipo enana marrón, que giraría en una órbita muy lejana, alrededor del Sol o, para ser precisos, que esa estrella y el Sol girasen alrededor de un punto común en el espacio. Esta teoría supone la existencia de una segunda estrella en nuestro Sistema Solar, algo bastante común en el Universo, en los que se conocen como sistemas binarios. No obstante, no hay más evidencias que esta teoría sobre la existencia de esta estrella compañera o hipótesis de la “Némesis” solar.

Así pues, otra alternativa sería la existencia no de una estrella, sino de un planeta de grandes dimensiones o un astro con una gran cantidad de masa convertido en un agujero negro, más difíciles de detectar y que, pudiera ser, estén ahí ocultos por la distancia y la falta de luz. Ambos supuestos, por el momento, no pasan de ser eso, supuestos…;)


Buscando la solución en el vecindario de estrellas

Si la existencia de una estrella, agujero negro o gran planeta desconocido en el Sistema Solar no acaba de evidenciarse, muchos astrónomos sugieren como causa de ese “tirón” extra de gravedad a la influencia de las estrellas circundantes al Sistema Solar, las estrellas “vecinas”.

La influencia gravitatoria de la llamada estrella Gliese 710, calculan, podría incrementar el envío de cometas y meteoritos desde la Nube de Oort hacia el centro del Sistema Solar y la Tierra ¡hasta en un 50%! Eso sí, a lo largo de los próximos 1,4 millones de años.


No sólo de meteoritos viven las extinciones ;)

Para no alargar hasta el sopor este post;) pero añadir justicia al contenido;), cabe decir que la caída de meteoritos no es la única causa que puede provocar extinciones masivas de seres vivos en la Tierra;) El momento en que, probablemente, se produjo la extinción más bestia de especies y seres vivos habría tenido lugar, calculan, hace unos 248 millones de años, al final del llamado periodo Pérmico. Una importante actividad volcánica que, creen a partir de registros geológicos, se habría desencadenado en la zona de Siberia, envió tal cantidad de cenizas a la atmósfera que provocó un descenso de la temperatura global suficiente para acabar con el 95% de todos los animales primitivos que poblaban entonces el planeta.


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